De
un golpe a otro la espalda oferta, piel, granos, urgente postura, la turquesa
medular. Si aparto el pecho encojo el lago al frasco del estómago, su tomatera,
ácimos panes, prefiero voltearme, y meterme secreto, umami. En todo caso, rostro
contra la almohada, alargo el brazo para cerciorar si las yemas arriban a ti,
fritos bordes tus ojos, si otra vez te has ido al sofá con tus lanas, ajustes el
peso negro en las ojeras de tu muerto, para que la casa, excipiente, en el
corazón se albergue en esta materia, algodones y Martha Stewart, peso suave,
líneas rojas, amputadas, desagüe al borde de los cazos como la guinga en el
vestido de mi hermana a sus siete;
y
opuestos, dos momentos vuelven a ser, grafito o nitrato de
plata, entregas, las piernas en un camino incierto, la pisada en blanco. Insistes
que ese truco vive en las tardes de siesta. Sostienes. Por donde coló lo otro un
titán de astillas según las cortinas dejan que entren los ladrillos en la pared
del patio. Es una dulce y trivial aparición. Aludes. Aparezco con mi cabeza en
tu hombro.