martes, 27 de mayo de 2014

Higos y ego

Emma Zunz  (Alberto Breccia)


Si dije higos, por no dividir el ego aparte, sigo hiel por el costado, y tan congelado, que si abro las cortinas quedaría bajo mi sombra igual que fruto seco. Ya lo decían en los frascos. Ya lo decía el pregón, menos vale la pulpa que plusvalía (melosa) sobre el fragor en la apraxia. 
Allí contra  la lengua resbalosa donde insiste el tartamudo, como en los tiempos griegos con sus exuberantes equis, dije que venía por si alguien estaba pronto ante mi insistencia. Después me acosté con ella. A decir, con esa plenitud del desliz, tacones y escote, impúdicas caderas que subían unas escaleras imposibles de subir. En fin. Emma Zunz. De perfil a perfil. Algo así en velocidad mínima y gran cálculo a partir del vómito y la venganza. Y supe entonces qué es callar por amagar. Y entré de sopetón en esta incongruente soledad. Como lo hacen los hombres de mi edad cuando piensan demasiado a la hora de chingar.

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