Charles Olson |
Sigue empedernido
con dos lecturas, un fajo de Dos fijaciones, igual a las alfaguaras. Ruedas hechas
colibrí. Suicidas. Un momento en el bar y no pierde tiempo, y ruega a Maximus que
le escuche leer un poema de Charles Olson, y le confiese si su estándar del este no es
otra cosa que un desierto aparente, áulicos ritos si la caoba del bar imita. Y. Desde el quinto trago, mira fijamente, y descifra. Ofrece mudo la inauguración de
Donald J. Trump. Y queda azulejado,
nuncio, fragmento. La contusión, la cerveza, el labio superior ante o y a punto de desbordarse. Unas cifras dedicadas a la periferia. A. Los drones que
en sus círculos otean cutres el momento y lo salvan, abstemio, hidrópico, afeitado
hasta los cojones, “Un tipo casi limpio”, que observa desde el espejo del bar. Y. B.
Erase como si de los recodos la lujuria estirara su falange oxidada y sobre la
piel lo reventase.
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