domingo, 6 de noviembre de 2011

¡Ciao, Mónica Vitti!




El 6 de noviembre y el 2011

El croquis sugiere un paraguas donde se refugia una mujer. Su rostro se perfila hacia la izquierda. Oscurísimas gafas de sol. Collar de perlas inacabadas. Piernas alargadas. Un vestido entallado (negro) perpetuo y de tirantes. Y sin embargo, a pesar de todos los esfuerzos, no llueve. Y si lloviera sería sobre el mojado estado del papel que espera el próximo trazo. O . Y. Como si se volviera a inventar la invertebrada posición de la mujer en relación al resto de lo que todavía no aparece.

Cuando pienso en ello, me atengo a las pisadas de Mónica Vitti.  Se mueve como un venado que pasta tranquilo en el redondel de una mirilla. Ella siempre exagera ese animal. Aún cuando la escena requiere que corra porque el peligro es inminente, pone los labios en un delantal de secuencias, de silencios, salta (calmada) por un precipicio de sensual indiferencia. ¿Será que sus labios lavan y saltan la i latina? ¿La entonación de una mueca que nunca cuaja ni siquiera cuando la cámara de Aldo Scavarda la rescata de sus abismos? Aquí. (Una mujer censurada) por el diafragma del lente. La inesperada composición que inmortaliza a una (su) cara común. Aleonada. Ese No (retenido) tan bello en su boca. ¿Y qué tal el inolvidable instante cuando mira (displicente) desde un yate, envuelta en una camisa de hombre, a las rocas de un islote, al lado de un atolondrado Sandro (Gabriele Ferzetti)? L’Avventura.

Y es que también me asaltan (simultáneos) otros paraguas. El espejismo de ciertas ciudades que cuando se mojan reflejan los reveses. En días verdaderamente grises cuando se palpa el roce del pincel (si Pissarro) trazando a los transeúntes. Se abren charcos (genésicos) en las esquinas. Es un negativo resbaloso. Lo del gris que se gira hacia el plata y se aloja en la intimidad del paladar. Como cuando San Sebastián sorprende a la gente en junio con un chubasco y la resistencia de Santa Clara se presenta en un valle líquido contra la brusquedad del Cantábrico. El resto es un deleitoso flechazo. Estoy sentado en una mesa de La Plaza Guipúzcoa sin pensar en nadie. Y veo a las Mónicas pasar, atrapadas en sus vestidos, huyéndole a la lluvia.

No sé a quién le hago la pregunta a mi izquierda. Pero quisiera saber. Le pregunto. Si en un estado de verdadera transfiguración. Quiero decir. Le intento explicar lo de Mónica Vitti. Si sería posible que la mujer del croquis adquiera una posición debajo del paragua donde no haya cine. Y si fuera posible, si sería posible que fingiera un momento de felicidad. En definitiva, antes que me responda, enumero torpemente los elementos importantes. La pose. Las piernas. El paragua. El collar. El vestido. Y el espacio negativo. Y la lluvia también. 

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