sábado, 12 de noviembre de 2011

¿A qué hora nos vamos a Montana?

12 de noviembre y el 2011


Tiiinnn. A las siete y diecinueve de la mañana suena la campanita (dulce) de los mensajes del iphone. El mensaje es simple. Berlusconi jodió a Italia y ahora se va. New York Times. Y debajo, otro mensaje (verde). ¿A qué hora nos vamos a Montana? 

Desde la calle 12, Hoboken, a Helena, Montana, hay 2, 233 millas. Me levanto de un profundo sueño. Las pocas cosas que tengo están en su sitio. Me aseguro que mi reguero esté en orden. Esta escombrera ya sabe como comportarse. Y ya no tengo la menor duda, Hoy me iré a Montana. Una ducha. Las gotas me recorren como si fuera estaño. Una alegría aparte en el cuerpo. Estoy en blanco. Ante el espejo me afeito. Tres trapos en la mochila. Y ya estoy listo.

Doy varias vueltas en el apartamento. Miro por la ranura de la ventana. Afuera hay una lámpara frotada de azul. El viento mueve los cables eléctricos. En la cocina dudo si debería llevarme la tacita Limoges color Luis XV. Y vuelvo a vacilar cuando descubro que en la mesa algo se ha comido el lomo de una de las novelas de Pynchon.

Yo no sé esperar. Me siento al borde de mi colchón. Miro a mi alrededor y no se me ocurre pensar. Solo escucho el vago segundero de un Mido en su inútil y constante conteo. (Tembloroso) me fijo en las galaxias del linóleo porque no sé a qué hora nos vamos a Montana. Y te espero porque me has dicho que hoy es el día. Y lo único que necesitamos es una hora. Una hora que a ninguno se nos había ocurrido y hoy, el día de la partida, prefieres que yo la escoja.

Y pienso sorprenderte. Voy a escoger una hora con un lindo timbre. Una campanita dulce. Algo así como las una y una las dos y veintidós las tres y treinta y tres las cuatro y cuarenta y cuatro las cinco y cincuenta y cinco las seis menos seis las siete y siete con siete las ocho y ocho con ocho las nueve y nueve las diez y diez las once y once las doce y doce. Una hora tántrica. Y sé que te vas reír. Qué tonto. ¿Como no lo pensé antes? Y antes que se me olvide la apunto en mi bitácora de viaje.

A las ocho y cuatro vuelve el Tiiinnn. Debajo de ¿ A qué hora nos vamos a Montana? aparece otra cajita verde. Da un saltico. Como un sapito verde, resbaloso y frío, me cae en la palma de la mano. Y con esos ojos de sapito recién nacido me dice Perdón persona equivocada.


No hay comentarios: