sábado, 13 de abril de 2013

Desorden e inmovilidad (1, 2, 3)




Ilya Prigogine


1
Desde la apariencia. Desde el lejano negativo. Un camino a pautas de políticas furtivas y tal cómos, gatillos híper editados el horizonte del desorden. El reto se aplica en un desecho sobre el intento de la inseguridad global. Y se extiende al consumo interno de fractales bifurcaciones (entre las piernas isabelinas del royal ballet sería otro ejemplo) después que ha muerto parte del motor de los boleros de los peores cantores españoles. Véase la recién fallecida Sarita Montiel.

2
El relajo ha sido siempre una colección de frases que ha indicado la dirección de los pueblos. Las discusiones han entrado en la parálisis civil de una depuradísima imagen del anacoluto. Por lo tanto. De tranquilidad se debería hablar con la tilde en la mano sin pensar en catalán, por ejemplo. Ya se puede esperar en la esperanza y alcanzar perfecta inestabilidad.

3
Prigogine. Y si fuera realmente cierto que el tiempo no es tan hijo de puta y que no nos separa del universo. Porque hoy llovió todo el día, y no pude salir a buscar el vino que quería, se generó otra posibilidad: una lectura de Bachmann donde me la llevaba a un prado y allí le daba con todo. Con el jarrito de aluminio del café por la cabeza. Con las chancletas de Gap en las nalgas. Y ya agotado, las cariofilinas rosadas y secas del búcaro de la sala me siguen trayendo la florería, y las cuales, al no entender que el muerto de esta casa no volverá, y estas dos paredes de olivo, pintadas el pasado abril, se determinan dentro del beso universal, (aquí) me arriman a este cartucho de algunas palabras. A esta inmovilidad.

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