miércoles, 31 de diciembre de 2014

El deseoso (Nébedas)



Vuelvo a las nébedas. Me encierro en cero, y lo cierto es que, en este último día del año, me miento porque sí. Voy a los tulipanes del búcaro. Al extremo de la mesa. Allí compadezco. Al borde. Sombra. La quijada pulsada de trismos, las orejas dobladas y llenas de acúfenos, atrás, aunque rombo hecho el piso padezca en silencio. Y como aquí resisto al cuarto, a su alta biblioteca, me lanzo al Jardín. El Jardín sabe de las llaves sueltas en mi corazón y dónde todas penetrarían en gansos púrpuras. Me levanta con su envés, hojas pecioladas, la intensidad cuando se hunde bajo mis garras, y la aparición- el rabo de ella en la noche. Oh ka. Pone esta diaforética, fresco diámetro, la forma que cabe en su esencia. Plexos en la luna, rosa construida, maullidos, cresta como gallo perfumado de cundeamor este laberinto, las calles donde me crié, los techos, el raspado del zinc, y algunas puertas. Vuelvo. E insisto volver sobre mí, priápico, imaginada concepción. Dónde estoy. Aquí. Donde hoy tan Solo me queda una vida para chingar.

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