jueves, 11 de junio de 2015

Viaje a Los Adirondacks (La partida)

2.12.88  Gerhard Richter

Según corto la carne, la sustancia que ya no es sangre tiñe el plato. Mis amigos creen en mi genial uso de la sal y el fuego. Y por supuesto, no reparan en los anillos que brotan en sus platos, el área prohibida que ingerimos con sobrados gustos: escaroles, espárragos y papas asadas anoche, ahora frías. Un último esfuerzo y tres cervezas me dan hipo. Y termino repitiendo el vacío que me sobra desde que subí al lago.

Recogemos. Lavamos. Empacamos. Dejo encima de un televisor, junto a otros libros, la antología de poetas norteamericanos que termina con W. H. Auden. Recojo el poema de la “La era de la ansiedad”. Leo un momento los apuntes en la carátula. El nombre de Rosetta tiene al lado en rojo “feeling” y titubeo por un instante. ¿A qué vine? ¿Dónde he insistido estas horas para que me devolviera a cambio esta pregunta? Y ya son dos cuando dije que no me quejaría.

 Antes de partir salgo al patio en busca del colibrí y su rosa falsa. La rosa falsa está allí, se mueve ligeramente, colgada de un palo seco. Luego, escudriño, según aceleramos, los volúmenes verdes que ante mí pasan irremediables.

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