sábado, 26 de mayo de 2012

Espantapájaros



Alfred Hitchcock


1
El espantapájaros. Hojea. El cuello irreconocible y la suma de los libros traspasados por una estaca neutra en su ano. Señala con el brazo tieso a finisterre, a los naufragios portugueses, a las lecturas de (Pessoa), a la mirada de (Hitchcock), pistas de personajes (ya arrugados), capítulo tras capítulo, y, con el mismo gesto, esta noche pide en el bar conmigo.

2
Siluetas. De punta a punta en la caoba, el brillo del bar, endebles cabezas, la avena casi diciendo, una cámara en lento arrojo buscándome por encima de las banquetas. Una lectura tras otra en una biblioteca ambulante. Personajes de un espejo de sirope.  

3
Asunto de física y etílicas, el espantapájaros su posición cambia, su cabeza se despilfarra o se amolda. Su silueta en una lista de descripciones de una clase de anatomía (rodillas, tendones, cóndilos) en busca de un movimiento en las blancas de Capablanca. Ni siquiera rosa de los temores. Simplemente está, ahí, sin codos, listo en una pauta, metido en la querencia redonda de las palabras. 

4
Apunto. Acaricio la sospecha que dentro de un minuto habrá mercado para un personaje olvidado, sin propiedad, vuelto a vender (traficado) como vino. Y pido dos. Uno tinto y uno (Rueda) blanco como los limones. Y resbalo. Premura de los ácidos en un diálogo enclenque.

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