lunes, 28 de mayo de 2012

Guión para una película de amor (1, 2, 3, 4)



Charles Bukowski


(Después de los títulos)
La joroba lunar. Las fundas de los ataúdes, singulares azules desgastados, rozan rostros con ternura. ¿Terciopelo?  El verbo pasa. Y las vascas erres de los vampiros en las terminaciones de los poliésteres, con ese hedor que les da miedo, hacen temblar a los grandes amores que hubiera un Bukowski asegurado con su tos de alto Epicuro.

(Escena # 57)
…y acaba callándose, al fin. Erase que era adivinanzas y tesones, el chupa sal, el génesis en un  primer capítulo al roce de las primeras algas cuando vagaba el verbo en busca de sus conyugues. Y el nombrar de las aguas tenía turno mucho antes que la mirada. (Aquí la mirada de Paco Rabanne).  

(Escena sin música)
Los Romeos hidrópicos (que) no se atrevieron, por amor, a desertar. Fueron de infelices bares a mosqueados trozos de carnes (inermes) a pasarles la mano a las gamuzas de las putas. Se les puede ver, debajo de sus brazos, igual que se dobla el New York Times, algunos poemas de Lezama Lima al borde del más verde de los verdes que pujó la picea glauca un día de lluvia en el decimocuarto del diluvio.

(Casi al final)
Como gordos grafos están en los kioscos enterrados, en las revistas de ventas de autos, el descaro, la circularidad numérica de la cábala, los augurios de un mundo vertido con sus olores al margen de la podredumbre, y (nuestro héroe) hojea con desconcierto como si entrara en los aposentos de dioses aburridos y se encontrara un objeto de confección (innombrable esplendor) en los espacios negativos. La noche cae. Se da la vuelta (contrariado), los ojos dilatados, a punto de pensar algo que de verdad lo conmueva, y busca unas monedas en el fondo del bolsillo del pantalón.  

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