martes, 21 de abril de 2015

El deseoso (Bioquímica versus el pinol)




No me restó entrar en la pesadilla que envuelve la idea de la conciencia, su vitalidad, y espesura. O. Y. Cuando empieza a debilitarse ante su propia desaparición también la levedad. O. Ante mi madre. En quien, tal sinapsis, lo inadecuado le proporciona una vida tangente y, con su desvalorización, el tiempo que desaparece con ella. La cuestión de ingerir y la capacidad del excretar. Y otros boleros al dejar de discrepar en ella serán otra apariencia de un Wilfredo Mendi. Ante ello, le leí en voz alta lo que hubiera escrito. Lo que hubiera dicho y no del todo la circunspección de una lectura. Y le dije, amasando, “Al azar: dos, tres piñazos, sin peso. Una cuántica para el desalojo. Puesto que en aquellas otras alteraciones aparece su manifestación cuando ‘la duda senos da en su íntima fe calidad’. Arrimábamos el veneno y apareció el antídoto antes de la intención. Los cuatro trastos que éramos sacaron al aire sus dos corta circuitos y nos entendió dios por fin. Tratado para concordancias aloja a los déuteros y a nosotros, niños del vacío. Quién hubiera hablado de la centralización de la predicción en el desierto de Canaán. Y. O. Cuál de los personajes del ambidiestro Jardín del Edén comenzaría con un presente recordado. Y todo por si, por si Adán y Eva, por si la red de ganglios basales, y el toto universal reconectaran con el hipocampo de las estrellas. Algo allí de banal táctica. Uno recoge, a pesar que la ascidia ya lo había predicho, las semillas. Y (aquí logré sacarle una sonrisa) cada hombre a su pinol.”

No hay comentarios: