31 de diciembre y 2010
Durante la madrugada, se han querido meter dentro del diario intermitente varias ratas. Después de mi pacto con Diógenes, entiendo que quieran curiosear y juguetear en este Disney. Tom and Jerry. Quién es Tom, el gato o el ratón. Hace tanto tiempo que no miro muñequitos.
A las 3:34 me despierta el cuerpo alargado, cilíndrico y suave de una ballena. No es el cuerpo lo que me despierta. Yo estaba abrazado a ella. Priápico. Me llevaba por las aguas un abrazo arremolinado. El agua se volvió azul. Un intenso añil. Me dio un ataque de terror. Qué hago en este mar. Me escucho. La voz la tengo grabada en una cinta.
Lo que escucho es una ramita de millo tratando de entrar. Entrar dónde. Me despierto. Y la veo. Es una rata que patina en el linóleo. Desaparece hacia los libros amontonados en la cocina. La habrá asustado mi pregunta.
En la cocina, veo otra que se desaparece por una de las hornillas. Las gacelas de tu nombre. Se me mete la frase. Se mete y no me la puedo sacar. Las gacelas de tu nombre. Y lo que no entiendo es el tamaño de una y otra. Por qué esta ruina de animales que nunca se me ocurriría poseer. Qué hacen aquí. Las gacelas de tu nombre.
Mañana voy a averiguar sobre las gacelas de tu nombre. The Smithsonian Society. Ya tengo la dirección y el teléfono. One Bowling Green
New York, NY 10004
212-514-3700
Ya. Tendré que esperar hasta el lunes. La gente está de fiestas.
viernes, 31 de diciembre de 2010
jueves, 30 de diciembre de 2010
Pasajero 15
23
La superficie equipolada,
El cabello sujetado por alambres.
Es la blancura.
Un alejandrino a pesar
Que se eleva lo prosaico.
(Un tacón flojo)
Vibra como la majagua
Y no es madera.
Va a romperse contra el piso
La fuga del tinto a la copa.
Debajo está la tristeza,
Sin concesiones,
En un mantel de Zurbarán.
La superficie equipolada,
El cabello sujetado por alambres.
Es la blancura.
Un alejandrino a pesar
Que se eleva lo prosaico.
(Un tacón flojo)
Vibra como la majagua
Y no es madera.
Va a romperse contra el piso
La fuga del tinto a la copa.
Debajo está la tristeza,
Sin concesiones,
En un mantel de Zurbarán.
miércoles, 29 de diciembre de 2010
Haikus Libres 13
+
La almohada:
Gris poniente
Del sueño.
+
Dos veces
Por dos lunas
Cuento dos pechos.
La almohada:
Gris poniente
Del sueño.
+
Dos veces
Por dos lunas
Cuento dos pechos.
martes, 28 de diciembre de 2010
Blanco sobre blanco
28 de diciembre y 2010
El borrón. La quinésica. Estancias en el centro de mi ventana. Suenan las gotas de un mundo que se derrite. Seré yo quien se derrite. Será que hay una interrupción cámbrica sobre todo esto.
Desde aquí, sentado en el piso, lo que veo pasar es un parcho de nube. Lento. El cielo se ha intensificado. Desde finales de noviembre, le vengo temiendo a las cosas azules. Tanta luz por la ventana me preocupa.
Me voy a acercar a la ventana. Voy a atreverme a mirar por ese agujero.
Afuera, las veinte pulgadas de nieve han puesto un casquete sobrio y delicado sobre los safacones de la basura. Pero a su vez, la gente ha escarbado una arquitectura rústica. Han creado formas exageradas sobre el blanco.
Anoche me atreví a mirar. La calle se había borrado en pedazos. Las formas de los autos estaban hechas de insinuaciones. Bajé la persiana cuando me pareció que la nieve tenía luz propia. Me dio temor.
En la cocina, no sé qué hacer. De una bolsa plástica saco un queso de cabra. Abro una botella de Gran Feudo. El color del queso es blanquísimo. Se atrevería una compañía de pintura a llamar a su máximo blanco “queso de cabra”. Hace años, ella, Isabel, quiso que le pintara el apartamento. Me dijo, Quiero blanco cegador. Nadie quedó ciego, pero gasté 4 galones en un pasillo. No hubo modo que quedara satisfecho con las tonalidades de aquel blanco cegador.
Cuánto blanco necesitará el blanco para ser más blanco. Zurbarán no le temía. De alguna manera, hasta el fin, lo acompañó la blancura que embargaba a su pueblo de Fuentes de Cantos. Borraba sobre el blanco. Será que borrar es lo mismo que recordar.
“Blanco sobre blanco”. Dónde lo habré leído.
El borrón. La quinésica. Estancias en el centro de mi ventana. Suenan las gotas de un mundo que se derrite. Seré yo quien se derrite. Será que hay una interrupción cámbrica sobre todo esto.
Desde aquí, sentado en el piso, lo que veo pasar es un parcho de nube. Lento. El cielo se ha intensificado. Desde finales de noviembre, le vengo temiendo a las cosas azules. Tanta luz por la ventana me preocupa.
Me voy a acercar a la ventana. Voy a atreverme a mirar por ese agujero.
Afuera, las veinte pulgadas de nieve han puesto un casquete sobrio y delicado sobre los safacones de la basura. Pero a su vez, la gente ha escarbado una arquitectura rústica. Han creado formas exageradas sobre el blanco.
Anoche me atreví a mirar. La calle se había borrado en pedazos. Las formas de los autos estaban hechas de insinuaciones. Bajé la persiana cuando me pareció que la nieve tenía luz propia. Me dio temor.
En la cocina, no sé qué hacer. De una bolsa plástica saco un queso de cabra. Abro una botella de Gran Feudo. El color del queso es blanquísimo. Se atrevería una compañía de pintura a llamar a su máximo blanco “queso de cabra”. Hace años, ella, Isabel, quiso que le pintara el apartamento. Me dijo, Quiero blanco cegador. Nadie quedó ciego, pero gasté 4 galones en un pasillo. No hubo modo que quedara satisfecho con las tonalidades de aquel blanco cegador.
Cuánto blanco necesitará el blanco para ser más blanco. Zurbarán no le temía. De alguna manera, hasta el fin, lo acompañó la blancura que embargaba a su pueblo de Fuentes de Cantos. Borraba sobre el blanco. Será que borrar es lo mismo que recordar.
“Blanco sobre blanco”. Dónde lo habré leído.
lunes, 27 de diciembre de 2010
Marranas 8
#
Tengo un sello donde Johnny Cash tiene los dientes
Apretados y se niega a repetir su nombre.
#
Encontré la rosa del infierno enrollada, una tarde,
En una cecina de León.
#
Me quedo o me levanto en el accidente de la luz.
Le doy unos instantes a la papila del recuerdo.
#
Me refiero a esa pureza de cosas espontáneas.
La picada del mosquito que no regresará.
#
El árbor decora a la fúlgida mientras el arco
sarpanel sujeta del otoño un último amarillo.
#
Ridículo es uno con la mano alrededor de la cintura
De una langosta en un hotel de Lisboa.
#
Con el arpón en el costado se levanta el cachalote,
Otra mañana, antes de atravesar el Nazca.
#
Tocino con caña de azúcar. Un río de salvajadas.
Un regalo en el que devuelvo una bufanda de astracán.
#
Las molasas se doblan. Su levitar son cosas de tantas
Cosas que pueden ser los cortes de la pregunta que viene.
Tengo un sello donde Johnny Cash tiene los dientes
Apretados y se niega a repetir su nombre.
#
Encontré la rosa del infierno enrollada, una tarde,
En una cecina de León.
#
Me quedo o me levanto en el accidente de la luz.
Le doy unos instantes a la papila del recuerdo.
#
Me refiero a esa pureza de cosas espontáneas.
La picada del mosquito que no regresará.
#
El árbor decora a la fúlgida mientras el arco
sarpanel sujeta del otoño un último amarillo.
#
Ridículo es uno con la mano alrededor de la cintura
De una langosta en un hotel de Lisboa.
#
Con el arpón en el costado se levanta el cachalote,
Otra mañana, antes de atravesar el Nazca.
#
Tocino con caña de azúcar. Un río de salvajadas.
Un regalo en el que devuelvo una bufanda de astracán.
#
Las molasas se doblan. Su levitar son cosas de tantas
Cosas que pueden ser los cortes de la pregunta que viene.
domingo, 26 de diciembre de 2010
Pasajero 14
22
El frasco abierto: inmóviles
Dos caramelos: ámbar: ojos de un pez inerme: deseo
Tras el celofán: pues una mano juega en el borde
De la mesa: bojea: calcula que al otro lado
La mesa dice: la mesa hace: la mano enhebra:
Le sopla en las mangas el viento
Que baja de la vieja rúa: adoquines: recién
Ha llovido: la oquedad:
Cierra los ojos: escucha una ola romperse: (será):
Transpone un momento: un paro: será un trueno:
En su boca: un gusto que hace tiempo se ha congelado:
Algo así: le vuelve el recuerdo: algún recodo (risa):
Sí: discurre la luz hasta el fondo:
Sobre el eco: en un patio de La Habana:
Dos lazos: zafan los dedos la dulzura.
El frasco abierto: inmóviles
Dos caramelos: ámbar: ojos de un pez inerme: deseo
Tras el celofán: pues una mano juega en el borde
De la mesa: bojea: calcula que al otro lado
La mesa dice: la mesa hace: la mano enhebra:
Le sopla en las mangas el viento
Que baja de la vieja rúa: adoquines: recién
Ha llovido: la oquedad:
Cierra los ojos: escucha una ola romperse: (será):
Transpone un momento: un paro: será un trueno:
En su boca: un gusto que hace tiempo se ha congelado:
Algo así: le vuelve el recuerdo: algún recodo (risa):
Sí: discurre la luz hasta el fondo:
Sobre el eco: en un patio de La Habana:
Dos lazos: zafan los dedos la dulzura.
viernes, 24 de diciembre de 2010
Las ollas de Egipto
24 de diciembre y 2010
Otra vez la gula. Una comezón de innumerables carnes. Cortes y cortes ensamblados hasta el tope en las mesas, en los cuartos, en la mesita de noche, dentro de los armarios. Tanta carne que hay que abrir todas las puertas y ventanas. Hay que enfriar todo este espacio para que la gusanera no comience su encomienda. Una vez que aparece el primer gusano, parece que el rumor de la descomposición se desata en una incontenible imaginación.
Pero, a tanta carne, hay que darle fuego. Todos sudan. Se les hinchan los rostros. Esperan con el goce en el esmalte de los dientes. Parecen brillar por sí mismos. Repellan las paredes del estómago con vinos y rones, trozos de quesos y embutidos de oscuros pellejos. La anticipación se levanta en las grasas. Se mete en los tejidos y las paredes, recorre las calles como alisios. Ese olor como un terror.
Los romanos lo practicaban en sus sitios. Debajo de las murallas, los soldados asaban vacas enormes. A la vaca le metían adentro un ternero. Al ternero le metían un lechón. Al lechón le metían un cordero. Al cordero el perrito de mi vecina. Al perrito de mi vecina le metían una oca enana. A la oca enana un pollo Perdue. Al pollo Perdue le metían una perdiz de Toledo. A la perdiz de Toledo le metían un huevo de ganso.
Algunos, retorcidos por el dolor, se tiraban de las murallas. Está de más decir que, en la historia, el aroma ha matado a más de uno.
Los romanos hubieran metido adentro de la vaca a Lady Gaga. Y con qué la hubieran rellenado. Después de todo, no es el hombre un animal limpio y sin pezuñas.
Cómo es posible que se desperdicie tanta carne.
Otra vez la gula. Una comezón de innumerables carnes. Cortes y cortes ensamblados hasta el tope en las mesas, en los cuartos, en la mesita de noche, dentro de los armarios. Tanta carne que hay que abrir todas las puertas y ventanas. Hay que enfriar todo este espacio para que la gusanera no comience su encomienda. Una vez que aparece el primer gusano, parece que el rumor de la descomposición se desata en una incontenible imaginación.
Pero, a tanta carne, hay que darle fuego. Todos sudan. Se les hinchan los rostros. Esperan con el goce en el esmalte de los dientes. Parecen brillar por sí mismos. Repellan las paredes del estómago con vinos y rones, trozos de quesos y embutidos de oscuros pellejos. La anticipación se levanta en las grasas. Se mete en los tejidos y las paredes, recorre las calles como alisios. Ese olor como un terror.
Los romanos lo practicaban en sus sitios. Debajo de las murallas, los soldados asaban vacas enormes. A la vaca le metían adentro un ternero. Al ternero le metían un lechón. Al lechón le metían un cordero. Al cordero el perrito de mi vecina. Al perrito de mi vecina le metían una oca enana. A la oca enana un pollo Perdue. Al pollo Perdue le metían una perdiz de Toledo. A la perdiz de Toledo le metían un huevo de ganso.
Algunos, retorcidos por el dolor, se tiraban de las murallas. Está de más decir que, en la historia, el aroma ha matado a más de uno.
Los romanos hubieran metido adentro de la vaca a Lady Gaga. Y con qué la hubieran rellenado. Después de todo, no es el hombre un animal limpio y sin pezuñas.
Cómo es posible que se desperdicie tanta carne.
jueves, 23 de diciembre de 2010
Pasajero 13
21
El sabor difuso de un día en El Camino me vuelve
A traer en sentido contrario tu ausencia.
Miro mis pies. Cuento con el bordón
Los anillos de las piedras. Entro en un bar
Con olor a espumas.
Salgo a una tierra tostada de ajos. Ondula.
Un rebaño de ovejas pasa a tientas.
Lleno de voces de campanario
Hace gestos el pastor en la polvareda.
Y allá, la distancia sobre todo aquello.
El viento que lo empareja todo con su sombrero
Movedizo. Los trinos entre los zarzos.
Después, se escurre un goterón hacia mis labios.
Así me acerco a la sal de tu piel.
Y una cosa es verlo y otro sentirlo.
Un nubarrón se abre y se vuelve a abrir como un sirio.
Se me llena la distancia de ti. Se me nubla
El sentido. Me tiembla el bordón.
Quedo helado esperando
Que aparezcas.
El sabor difuso de un día en El Camino me vuelve
A traer en sentido contrario tu ausencia.
Miro mis pies. Cuento con el bordón
Los anillos de las piedras. Entro en un bar
Con olor a espumas.
Salgo a una tierra tostada de ajos. Ondula.
Un rebaño de ovejas pasa a tientas.
Lleno de voces de campanario
Hace gestos el pastor en la polvareda.
Y allá, la distancia sobre todo aquello.
El viento que lo empareja todo con su sombrero
Movedizo. Los trinos entre los zarzos.
Después, se escurre un goterón hacia mis labios.
Así me acerco a la sal de tu piel.
Y una cosa es verlo y otro sentirlo.
Un nubarrón se abre y se vuelve a abrir como un sirio.
Se me llena la distancia de ti. Se me nubla
El sentido. Me tiembla el bordón.
Quedo helado esperando
Que aparezcas.
miércoles, 22 de diciembre de 2010
Marranas 7
#
Nunca se supo si la ternura lo mató o la falta
De aquellos brazos que refrescaban como aspas.
#
Los villancicos del río debajo de aquel
Ahogado que todos llamaban Delirium Noel.
#
Arrullo en la piel. Una rima en la ventolera
Cuando ruedan los bidones por las calles.
#
El ángel atado en tu espalda ondula en busca
De oxígeno. Banqueta de ultramar.
#
Qué se habrán hecho aquellos dos amantes de Chagall
Que imantados volaban como en una sextina.
#
Los corazones flotan en el formol. Habrá quedado
Allí el rubor de alguna adolecente enamorada.
#
Dos cortezas por dos hachazos: el eco. Se derrumba
Un ramaje de evidencias al levantarse el carbón.
#
Si fuese un rezo donde la forma se transporta, no
Sería una descarga en la que la palabra es penitencia.
#
Después de almejas y kokotxas se fueron los amantes
Apartando del mundo de las riberas del ser.
#
De prisa se mete el maguey en las tensiones
De aquella casa domada por la espiral.
Nunca se supo si la ternura lo mató o la falta
De aquellos brazos que refrescaban como aspas.
#
Los villancicos del río debajo de aquel
Ahogado que todos llamaban Delirium Noel.
#
Arrullo en la piel. Una rima en la ventolera
Cuando ruedan los bidones por las calles.
#
El ángel atado en tu espalda ondula en busca
De oxígeno. Banqueta de ultramar.
#
Qué se habrán hecho aquellos dos amantes de Chagall
Que imantados volaban como en una sextina.
#
Los corazones flotan en el formol. Habrá quedado
Allí el rubor de alguna adolecente enamorada.
#
Dos cortezas por dos hachazos: el eco. Se derrumba
Un ramaje de evidencias al levantarse el carbón.
#
Si fuese un rezo donde la forma se transporta, no
Sería una descarga en la que la palabra es penitencia.
#
Después de almejas y kokotxas se fueron los amantes
Apartando del mundo de las riberas del ser.
#
De prisa se mete el maguey en las tensiones
De aquella casa domada por la espiral.
martes, 21 de diciembre de 2010
Memoria de un eclipse
20 de diciembre y 2010
Le tiraron una sábana gris a la luna o le pusieron un gran mosquitero. Yo no lo vi. Por la mañana, la gente del canal 2 me dice lo que ellos quieren que sepa. Eclipse total de algo que tiene que ver con 300 años y no hasta el 2094. Qué dice.
Levanto las persianas. Miro por la cajita de espacio de mi ventana. Todavía es de noche. La luna se tiene que haber ido a otro lado. Un señor pasa bien adentro de su abrigo. El viento está del carajo.
En la parada del autobús, regreso a un eclipse solar. Nos sacaron al patio a todos. Nos dieron instrucciones para no quedar ciegos. Yo estaba enamorado de Mercedes. Ella levantó su pedacito de plástico negro. Chilló de alegría. Saltó varias veces junto a otras compañeras. La aceché como un lobo celoso. Luego, se le acercó Julián y se quedaron los dos conversando mientras los demás hacían círculos y conversaban.
Antes de calcular cuánto tardaré en llegar a la parada, recuerdo las tres Marías. Después de las siete de la noche aparecían vestiditas de luz y en fila india. Las velaba. Desde el escalón de la puerta de mi casa las esperaba paciente.
Por qué me veo de pantalón gabardina y camisita de hilo transparente sentado con un trozo de pan con aceite y sal.
Con este frío hay que batallar con merino. Una vez que cierro la puerta, pongo en marcha el cronómetro. Hasta la parada son tres minutos y veinte segundos.
Le tiraron una sábana gris a la luna o le pusieron un gran mosquitero. Yo no lo vi. Por la mañana, la gente del canal 2 me dice lo que ellos quieren que sepa. Eclipse total de algo que tiene que ver con 300 años y no hasta el 2094. Qué dice.
Levanto las persianas. Miro por la cajita de espacio de mi ventana. Todavía es de noche. La luna se tiene que haber ido a otro lado. Un señor pasa bien adentro de su abrigo. El viento está del carajo.
En la parada del autobús, regreso a un eclipse solar. Nos sacaron al patio a todos. Nos dieron instrucciones para no quedar ciegos. Yo estaba enamorado de Mercedes. Ella levantó su pedacito de plástico negro. Chilló de alegría. Saltó varias veces junto a otras compañeras. La aceché como un lobo celoso. Luego, se le acercó Julián y se quedaron los dos conversando mientras los demás hacían círculos y conversaban.
Antes de calcular cuánto tardaré en llegar a la parada, recuerdo las tres Marías. Después de las siete de la noche aparecían vestiditas de luz y en fila india. Las velaba. Desde el escalón de la puerta de mi casa las esperaba paciente.
Por qué me veo de pantalón gabardina y camisita de hilo transparente sentado con un trozo de pan con aceite y sal.
Con este frío hay que batallar con merino. Una vez que cierro la puerta, pongo en marcha el cronómetro. Hasta la parada son tres minutos y veinte segundos.
lunes, 20 de diciembre de 2010
Pasajero 12
19
Hay de las tres flores de alubia
Una en la cual desaparecerá la secuencia
De una rigurosa cadena de secretos,
Sitios donde se enredó el sol con las aguas
Y donde fluyó la savia con sosiego hasta el pimpollo,
La abundancia exigida por el verde y el rizoma,
Temblorosa en el rocío, el néctar que de labios
A patas a la abeja corrompió con el interno
Aroma de las reinas.
Y también morirán las manos del hombre.
Su inesperada presencia
Cuidando el crecer invisible de la mole orgánica.
Y sus ansias. Morirán sus ansias.
Y el roce de alubia con alubia
En las blanduras hirvientes de una olla
De aluminio cesará. El mazo del bolo
Alimenticio en la sobremesa y la risa
En meteoro convertidos
Hasta las profundidades humanas.
Gas que propulsa al cometa que jamás volverá.
Luz que no regresará al polvo de la tierra.
20
Qué vuelta el sabor exprime,
Un pensamiento a fin que el forno
Dome la carne osada: diáspora
Su pulpa: clarín del rezo:
La sopa de huesos.
Hay de las tres flores de alubia
Una en la cual desaparecerá la secuencia
De una rigurosa cadena de secretos,
Sitios donde se enredó el sol con las aguas
Y donde fluyó la savia con sosiego hasta el pimpollo,
La abundancia exigida por el verde y el rizoma,
Temblorosa en el rocío, el néctar que de labios
A patas a la abeja corrompió con el interno
Aroma de las reinas.
Y también morirán las manos del hombre.
Su inesperada presencia
Cuidando el crecer invisible de la mole orgánica.
Y sus ansias. Morirán sus ansias.
Y el roce de alubia con alubia
En las blanduras hirvientes de una olla
De aluminio cesará. El mazo del bolo
Alimenticio en la sobremesa y la risa
En meteoro convertidos
Hasta las profundidades humanas.
Gas que propulsa al cometa que jamás volverá.
Luz que no regresará al polvo de la tierra.
20
Qué vuelta el sabor exprime,
Un pensamiento a fin que el forno
Dome la carne osada: diáspora
Su pulpa: clarín del rezo:
La sopa de huesos.
domingo, 19 de diciembre de 2010
sábado, 18 de diciembre de 2010
Alarico II (484-507)
Cómo podría haber sabido hasta que punto era su vista un paradigma.
Toda una vida escudriñó sobre balanzas y códigos la penumbra
De los breviarios.
Tal vez a tientas. El afano puede adquirir en su último día una joroba lunar.
El misterio se descuelga en la silueta que lo liberará. Tal vez.
Y por la zanja veloz del averno, un arroyo hirviente por los ares de Vouillé por fin
Lo alcanza. La luna se apaga. (Así el mango argente de su adusta espada acaricia)
Se ignora (ignoran los textos) cuando besó a Tindigota. Ni donde la besó.
Un displicente “por lo tanto” en la historia nos remite que con ella engendró
Herederos al linaje del mañana. (Vuelve tierno a acariciar la empuñadura)
De piel más fría y corrediza, la mujer de sus hijos: quien, en la alcoba,
Lo amonestara por olvidar dos veces el secreto y el arte que una mujer,
No obstante, pone a su rey puesto. En un alucinante instante, aludió
A una especia más remota que el mismo olvido. Así metió
Sus manos en la oscuridad como el que las mete en grueso aceite
Para rescatar un trozo de carne.
Atrajo su propia semblanza. Y aparecerá por muchos siglos su imagen
Como si estuviera dormido al lado de una tremendísima espada. Para Alarico,
Quedó suspendido el peso de la cabeza de Tindigota sobre su hombro,
Y un candado su boca.
Toda una vida escudriñó sobre balanzas y códigos la penumbra
De los breviarios.
Tal vez a tientas. El afano puede adquirir en su último día una joroba lunar.
El misterio se descuelga en la silueta que lo liberará. Tal vez.
Y por la zanja veloz del averno, un arroyo hirviente por los ares de Vouillé por fin
Lo alcanza. La luna se apaga. (Así el mango argente de su adusta espada acaricia)
Se ignora (ignoran los textos) cuando besó a Tindigota. Ni donde la besó.
Un displicente “por lo tanto” en la historia nos remite que con ella engendró
Herederos al linaje del mañana. (Vuelve tierno a acariciar la empuñadura)
De piel más fría y corrediza, la mujer de sus hijos: quien, en la alcoba,
Lo amonestara por olvidar dos veces el secreto y el arte que una mujer,
No obstante, pone a su rey puesto. En un alucinante instante, aludió
A una especia más remota que el mismo olvido. Así metió
Sus manos en la oscuridad como el que las mete en grueso aceite
Para rescatar un trozo de carne.
Atrajo su propia semblanza. Y aparecerá por muchos siglos su imagen
Como si estuviera dormido al lado de una tremendísima espada. Para Alarico,
Quedó suspendido el peso de la cabeza de Tindigota sobre su hombro,
Y un candado su boca.
viernes, 17 de diciembre de 2010
Volverán las jodidas palomas
16 de diciembre y 2010
Unos gansos en un campo de beisbol me han dejado lleno de aire. Me regresaron en el sueño. En el eterno retorno. El arrastre de la corriente. El coleteo. El esfuerzo que cuagula las ceras. La pura casualidad. Las asociaciones. Etcétera y en un revuelto de setas que me terminó el sueño.
Quiero ponerle el dedo a mi caída anoche. Descendí a cien metros de la casa de mi abuela. Qué tiene ese número que no tiene el trece o el cuarenta y cuatro. Por el agujero de un platanal caí como las plumas de Tarkovski. Oscar, Oscar. Algo me arrastró por los cielos. Levedad de un Enoc extraviado. La fuerza la tenía en el pecho. Y pensar era lo posible. Con pensar se podía todo. Hasta volar donde quería ir era posible.
Así y todo, terminé en un platanal. Por qué no al lado del jazmín y el limonero. Por qué no en el cascajal. En el río. Yo hubiera aceptado caer en el río. Hubiera aceptado arroz y camarones a la orilla del río. Las mujeres batiendo la ropa contra las piedras. El eco del chapoteo de la gente. Tal como siempre me lo he imaginado. Lo hubiera aceptado.
Por qué coño ese platanal escogió mi sueño.
En la parada del autobús se aparecen las palomas. Se han infectado tanto de nosotros. Y sin embargo, manejan otra cartografía. Regresan con la persistencia orientada de las olas. Empuja la rosa de los aires. Caen donde tienen que estar. Pocas veces se equivocan. Descienden sobre cosas invisibles. Cabecean. Siempre están dentro de un sí sí sí sí. Leen el mapa, se orientan, y se van.
He querido regresar al sueño. Volver a ponerme la almohada en los oídos sería una mierda. Nada. Las palomas me han jodido la cosa.
Unos gansos en un campo de beisbol me han dejado lleno de aire. Me regresaron en el sueño. En el eterno retorno. El arrastre de la corriente. El coleteo. El esfuerzo que cuagula las ceras. La pura casualidad. Las asociaciones. Etcétera y en un revuelto de setas que me terminó el sueño.
Quiero ponerle el dedo a mi caída anoche. Descendí a cien metros de la casa de mi abuela. Qué tiene ese número que no tiene el trece o el cuarenta y cuatro. Por el agujero de un platanal caí como las plumas de Tarkovski. Oscar, Oscar. Algo me arrastró por los cielos. Levedad de un Enoc extraviado. La fuerza la tenía en el pecho. Y pensar era lo posible. Con pensar se podía todo. Hasta volar donde quería ir era posible.
Así y todo, terminé en un platanal. Por qué no al lado del jazmín y el limonero. Por qué no en el cascajal. En el río. Yo hubiera aceptado caer en el río. Hubiera aceptado arroz y camarones a la orilla del río. Las mujeres batiendo la ropa contra las piedras. El eco del chapoteo de la gente. Tal como siempre me lo he imaginado. Lo hubiera aceptado.
Por qué coño ese platanal escogió mi sueño.
En la parada del autobús se aparecen las palomas. Se han infectado tanto de nosotros. Y sin embargo, manejan otra cartografía. Regresan con la persistencia orientada de las olas. Empuja la rosa de los aires. Caen donde tienen que estar. Pocas veces se equivocan. Descienden sobre cosas invisibles. Cabecean. Siempre están dentro de un sí sí sí sí. Leen el mapa, se orientan, y se van.
He querido regresar al sueño. Volver a ponerme la almohada en los oídos sería una mierda. Nada. Las palomas me han jodido la cosa.
jueves, 16 de diciembre de 2010
Marranas 6
#
Se quemó el rostro. Le quedó en la cicatriz
La persistente sonrisa inocente de los marcados.
#
Me sueñan las sardinas. Campanazos de sal.
El aroma de la cera se eleva en los altares.
#
Se escucha un rapero. Rítmico pide igualdad,
Libertad para golpear y humillar a todas las mujeres.
#
El globo como una mierda que nos cerca
Con sus restos de fondos reciclables.
#
La persistencia de los jardines de la biblioteca de Nueva York.
Nocturnos ensayos de orinas, vómitos y borrachos.
#
Amnesia o acústica de los cuerpos.
Persiste el hambre con su cabellera seductora.
#
El tigre insiste que su soledad esté marcada
Con la misma tristeza que ensaya el bandoneón.
#
Me rondan las mismas moscas desde niño. Mi dentista
Me las va cazando con cerámicas y amalgamas.
#
Ese olor a carcomas llega desde el día que creí
Que era necesario el quererte para siempre.
#
Para aprovechar la subida del oro, mi dentista sugirió
Sacarme el molar, rebajarme la encía, y que done una onza de hueso.
#
Sostengo que las cosas que más quiero,
Como las que más cuido, son las cosas que más hieden.
Se quemó el rostro. Le quedó en la cicatriz
La persistente sonrisa inocente de los marcados.
#
Me sueñan las sardinas. Campanazos de sal.
El aroma de la cera se eleva en los altares.
#
Se escucha un rapero. Rítmico pide igualdad,
Libertad para golpear y humillar a todas las mujeres.
#
El globo como una mierda que nos cerca
Con sus restos de fondos reciclables.
#
La persistencia de los jardines de la biblioteca de Nueva York.
Nocturnos ensayos de orinas, vómitos y borrachos.
#
Amnesia o acústica de los cuerpos.
Persiste el hambre con su cabellera seductora.
#
El tigre insiste que su soledad esté marcada
Con la misma tristeza que ensaya el bandoneón.
#
Me rondan las mismas moscas desde niño. Mi dentista
Me las va cazando con cerámicas y amalgamas.
#
Ese olor a carcomas llega desde el día que creí
Que era necesario el quererte para siempre.
#
Para aprovechar la subida del oro, mi dentista sugirió
Sacarme el molar, rebajarme la encía, y que done una onza de hueso.
#
Sostengo que las cosas que más quiero,
Como las que más cuido, son las cosas que más hieden.
miércoles, 15 de diciembre de 2010
A la puerta de la sordera
15 de diembre y 2010
Armazones. Este edificio y sus ruidos intestinales. Seré ese garbanzo que rastrea los restos de mi madre. Qué digo. Suena el teléfono. Quién me llama.
Cuál ranura taponea mi madre para que yo no me escape de su cabeza. Sabrá ella cómo me he ido borrando en ese larguísimo intestino del tiempo. Soñará mi madre conmigo.
Afuera está a 10 bajo cero. Entra el frío por lo inesperado. Se establece una pequeña danza. (Escucho una larga queja de Morente). El piso y la cortina arrastran sus pies invisibles. Y tengo que ponerme un suéter. Qué ventanas de mierda.
Llego hasta el café y la estufa. Este peso, esta cornamenta de un viejo modo de vivir. En vez de escuchar mi respiración ojeo la puerta, oigo las escaleras crujir, afino bien el oído, meto el índice por el gatillo de la tacita de Limoge color Luis XV.
Armazones. Este edificio y sus ruidos intestinales. Seré ese garbanzo que rastrea los restos de mi madre. Qué digo. Suena el teléfono. Quién me llama.
Cuál ranura taponea mi madre para que yo no me escape de su cabeza. Sabrá ella cómo me he ido borrando en ese larguísimo intestino del tiempo. Soñará mi madre conmigo.
Afuera está a 10 bajo cero. Entra el frío por lo inesperado. Se establece una pequeña danza. (Escucho una larga queja de Morente). El piso y la cortina arrastran sus pies invisibles. Y tengo que ponerme un suéter. Qué ventanas de mierda.
Llego hasta el café y la estufa. Este peso, esta cornamenta de un viejo modo de vivir. En vez de escuchar mi respiración ojeo la puerta, oigo las escaleras crujir, afino bien el oído, meto el índice por el gatillo de la tacita de Limoge color Luis XV.
martes, 14 de diciembre de 2010
Enrique Morente
Y el 13 de diciembre y 2010 y ya 14
Se me ha muerto Morente. En cuál doble isla volveré a doblarme. Cuál capicúa me dará el velo para que entre el morado de la voz. Yo que entré por Bach en los cantos corales de las audiencias. Yo que todavía puedo sentir en las narices el olor a caoba lisa y el eco en el templo.
Tengo el vaso lleno de un vino oculto. Me tiembla la mano. Hasta aquí el acullá de la voz y el desgarre. El temple, el espacio, su suma de abismos. Se me desangran las lentejuelas y los surcos de la huerta.
Recuerdo cuando se me presentó un policía de Sevilla y me dijo, yo bailo flamenco y no soy maricón. De vino en vino, pusimos el carbón de la falla, donde se entra al dominio del duende. Y me dijo, Morente tiene esa voz del que extrae genes, polainas, el siglo del dolor.
Un apagón de repente. El desierto se ha puesto un caracol en la oreja. Se ha muerto.
Por qué el cuerpo palmotea hasta donde las salinas han puesto la claridad de lo extranjero.
(Se queda como si en un viaje de ida y vuelta se sucedieran varios sin despertarse.)
Y yo a quién escogeré al lado de un whiskey en Knoxville en lo que la cosa se vuelve un hígado de malos entendidos.
Y quién cantará cuando los ángeles se cansen y los novilleros enseñen sus capas sucias.
El flamenco en el palo. Aquellos palos donde la manzanilla es una fresca intervención del infierno.
Pero, quién ha muerto.
Se me ha muerto Morente. En cuál doble isla volveré a doblarme. Cuál capicúa me dará el velo para que entre el morado de la voz. Yo que entré por Bach en los cantos corales de las audiencias. Yo que todavía puedo sentir en las narices el olor a caoba lisa y el eco en el templo.
Tengo el vaso lleno de un vino oculto. Me tiembla la mano. Hasta aquí el acullá de la voz y el desgarre. El temple, el espacio, su suma de abismos. Se me desangran las lentejuelas y los surcos de la huerta.
Recuerdo cuando se me presentó un policía de Sevilla y me dijo, yo bailo flamenco y no soy maricón. De vino en vino, pusimos el carbón de la falla, donde se entra al dominio del duende. Y me dijo, Morente tiene esa voz del que extrae genes, polainas, el siglo del dolor.
Un apagón de repente. El desierto se ha puesto un caracol en la oreja. Se ha muerto.
Por qué el cuerpo palmotea hasta donde las salinas han puesto la claridad de lo extranjero.
(Se queda como si en un viaje de ida y vuelta se sucedieran varios sin despertarse.)
Y yo a quién escogeré al lado de un whiskey en Knoxville en lo que la cosa se vuelve un hígado de malos entendidos.
Y quién cantará cuando los ángeles se cansen y los novilleros enseñen sus capas sucias.
El flamenco en el palo. Aquellos palos donde la manzanilla es una fresca intervención del infierno.
Pero, quién ha muerto.
lunes, 13 de diciembre de 2010
Cuando perdiz, perdiz
13 de diciembre y 2010
Por la ventana del cuarto del hospital, donde está mi padre, puedo ver un campo de beisbol. A la izquierda del campo hay una iglesia. Detrás de la iglesia, hay un soto atravesado por una carretera que se pierde detrás de un edificio que parece un hotel. El cielo está azul. Frío. Domina el marrón. Diciembre es marrón.
Mi padre se está convirtiendo en un hombre de nieve. Se ve redondo, pálido. No ha perdido su humor. Sin sus dientes postizos se le entiende poco. Se le hunden los labios. Uno responde por él. Los doctores y las enfermeras lo tratan como una bola de nieve. Le explican las cosas en oraciones con verbos sencillos. Todos le hacemos eco, pero le decimos la verdad. Lo sientan en la cama. Se ve hinchado, frágil. Me recuerda a un pequeño buda de cerámica. Sin los espejuelos tiene la mirada vaga, se limita a mirar frente a él.
Por el jardín central han aterrizado trece gansos canadienses. Comer y cagar. Cagar y comer. Poco a poco, van moviendo, frenéticos, su pescuezos en un picotear incesante hacia segunda base.
No me imagino a mi padre vestido de jugador de beisbol. Mami se burlaba de él porque era torpe. No puede coger un jabón ni aunque se lo des en la mano.
Cuándo fue que lo vi desnudo bañándose, envuelto en espumas. Se veía tan blanco. Hace tanto tiempo de eso.
Tengo que haber contado mal. Hay doce y no trece. Una vez maté un ganso canadiense en Stoke Forest. No supe desangrarlo y me supo a carne de res. Cómo llovió aquel día. Tuve que enterrar todo aquel plumaje.
Delante le han puesto un plato de algo. Parece un muslo de pollo con otros palpitares.
Mi padre inclina el rostro y da gracias por aquello. Le quiero decir que cuando perdiz, perdiz. Pero, no me va entender y no le digo nada. Le da también las gracias a la enfermera. Ella se da la vuelta sonriente y se va. La sigo con la mirada. Sigo el blúmer negro que se le marca debajo de los pantalones blancos.
Por la ventana del cuarto del hospital, donde está mi padre, puedo ver un campo de beisbol. A la izquierda del campo hay una iglesia. Detrás de la iglesia, hay un soto atravesado por una carretera que se pierde detrás de un edificio que parece un hotel. El cielo está azul. Frío. Domina el marrón. Diciembre es marrón.
Mi padre se está convirtiendo en un hombre de nieve. Se ve redondo, pálido. No ha perdido su humor. Sin sus dientes postizos se le entiende poco. Se le hunden los labios. Uno responde por él. Los doctores y las enfermeras lo tratan como una bola de nieve. Le explican las cosas en oraciones con verbos sencillos. Todos le hacemos eco, pero le decimos la verdad. Lo sientan en la cama. Se ve hinchado, frágil. Me recuerda a un pequeño buda de cerámica. Sin los espejuelos tiene la mirada vaga, se limita a mirar frente a él.
Por el jardín central han aterrizado trece gansos canadienses. Comer y cagar. Cagar y comer. Poco a poco, van moviendo, frenéticos, su pescuezos en un picotear incesante hacia segunda base.
No me imagino a mi padre vestido de jugador de beisbol. Mami se burlaba de él porque era torpe. No puede coger un jabón ni aunque se lo des en la mano.
Cuándo fue que lo vi desnudo bañándose, envuelto en espumas. Se veía tan blanco. Hace tanto tiempo de eso.
Tengo que haber contado mal. Hay doce y no trece. Una vez maté un ganso canadiense en Stoke Forest. No supe desangrarlo y me supo a carne de res. Cómo llovió aquel día. Tuve que enterrar todo aquel plumaje.
Delante le han puesto un plato de algo. Parece un muslo de pollo con otros palpitares.
Mi padre inclina el rostro y da gracias por aquello. Le quiero decir que cuando perdiz, perdiz. Pero, no me va entender y no le digo nada. Le da también las gracias a la enfermera. Ella se da la vuelta sonriente y se va. La sigo con la mirada. Sigo el blúmer negro que se le marca debajo de los pantalones blancos.
domingo, 12 de diciembre de 2010
Pasajero 11
18
Regurgito. Y en la sangre
Los mismos paisajes que me han acompañado
En esta veloz película hasta el pueblo de Melnik.
En el tren: una sensación parecida a un pelícano cansado
Como cae tu cuello: también un hueco permanente
Que llevo en un candado: un hueco sin palabras:
Escondido.
Paso por Melnik entrelazado por tus dedos.
Aferrada a mí duermes por la velocidad.
Aferradas en mí esas casas que se borran
En un instante.
Regurgito. Y en la sangre
Los mismos paisajes que me han acompañado
En esta veloz película hasta el pueblo de Melnik.
En el tren: una sensación parecida a un pelícano cansado
Como cae tu cuello: también un hueco permanente
Que llevo en un candado: un hueco sin palabras:
Escondido.
Paso por Melnik entrelazado por tus dedos.
Aferrada a mí duermes por la velocidad.
Aferradas en mí esas casas que se borran
En un instante.
sábado, 11 de diciembre de 2010
viernes, 10 de diciembre de 2010
Eurico (466 – 484)
En una serie de omisiones estaciona
El corazón. Es su gesto una antorcha pálida.
Acaricia una nuez. Siente la geografía rugosa.
La vida lo desvela.
Se exige. Cuánto pesará mi corazón
En este lienzo que me enreda hasta el aliento.
Como si lo arrojaran sobre una borda
Se siente caer, caer. Ha visto las algas y su verdor
Subirle hasta la boca con desespero.
La amargura del kasir.
La amargura. Pondrán sus labios contra los míos.
Me jurarán que el amor que sienten por mí no teme muerte alguna.
Monomanías. Vuelve a su lecho después de orinar.
El regio escucha las olas romper
En un interminable caracol que le arrulla.
Dormirá sin pesadillas aunque ya nadie le ama.
El corazón. Es su gesto una antorcha pálida.
Acaricia una nuez. Siente la geografía rugosa.
La vida lo desvela.
Se exige. Cuánto pesará mi corazón
En este lienzo que me enreda hasta el aliento.
Como si lo arrojaran sobre una borda
Se siente caer, caer. Ha visto las algas y su verdor
Subirle hasta la boca con desespero.
La amargura del kasir.
La amargura. Pondrán sus labios contra los míos.
Me jurarán que el amor que sienten por mí no teme muerte alguna.
Monomanías. Vuelve a su lecho después de orinar.
El regio escucha las olas romper
En un interminable caracol que le arrulla.
Dormirá sin pesadillas aunque ya nadie le ama.
jueves, 9 de diciembre de 2010
Marranas 5
#
Fue la esclava quien le cortó el cuello con la vieira
Después del amor y 30 años de anonimato y humillaciones.
#
Después que enfocó, lo que quedó fue 16 % gris.
Y así, como en la muerte, se lo lleva todo el mismo color del olvido.
#
Un hombre con dos mesas y cuatros sillas
No le eran suficientes dos piernas con dos manos y veinte dedos.
#
Tener la boca llena de fierros, esmaltes y torceduras
Y lograr luego la más tierna de las sonrisas.
#
La historia propuesta por la reina de las mariposas.
Aquello de que la vida es un sueño y no un calderón.
#
En Europa 51 Ingrid Bergman tiene la misma mirada
Con que mi primer odio se despojó de mis asuntos.
#
Cómo puede ser impresionista un mejicano
Cortando la yerba en un jardín de Nueva Jersey.
#
En la escurridera se me fueron los ojos tras los fideos
Que ella no quiso y que a mí se me enfriaron.
#
Un primer beso como la marrana que siente
Por primera vez un hociquillo en un pezón.
#
La luz me va enterrando lo que me queda.
Quizás vivir sean esas tiernas desapariciones.
#
En el precipicio alumbra, do
Leña al fuego, quien arde su titán.
Fue la esclava quien le cortó el cuello con la vieira
Después del amor y 30 años de anonimato y humillaciones.
#
Después que enfocó, lo que quedó fue 16 % gris.
Y así, como en la muerte, se lo lleva todo el mismo color del olvido.
#
Un hombre con dos mesas y cuatros sillas
No le eran suficientes dos piernas con dos manos y veinte dedos.
#
Tener la boca llena de fierros, esmaltes y torceduras
Y lograr luego la más tierna de las sonrisas.
#
La historia propuesta por la reina de las mariposas.
Aquello de que la vida es un sueño y no un calderón.
#
En Europa 51 Ingrid Bergman tiene la misma mirada
Con que mi primer odio se despojó de mis asuntos.
#
Cómo puede ser impresionista un mejicano
Cortando la yerba en un jardín de Nueva Jersey.
#
En la escurridera se me fueron los ojos tras los fideos
Que ella no quiso y que a mí se me enfriaron.
#
Un primer beso como la marrana que siente
Por primera vez un hociquillo en un pezón.
#
La luz me va enterrando lo que me queda.
Quizás vivir sean esas tiernas desapariciones.
#
En el precipicio alumbra, do
Leña al fuego, quien arde su titán.
miércoles, 8 de diciembre de 2010
Pasajero 10
17
Me levanto con una clavícula adolorida.
Pienso en esa caja que me cuelga. Revuelvo
Este lenguaje. Encuentro el esqueleto que extraña
A una chaqueta de cuero que compré en Montevideo.
Me levanto con una clavícula adolorida.
Pienso en esa caja que me cuelga. Revuelvo
Este lenguaje. Encuentro el esqueleto que extraña
A una chaqueta de cuero que compré en Montevideo.
martes, 7 de diciembre de 2010
Motete
Doblégase el ras de la boca. Di con un gran espacio para que perneara la incertidumbre. Y bueno, me puse ese tabacón injurioso, impertinente. Y es fiel que trame. Que revoque ese tome y se vuelque con su farda de trapos.
Mira. Ostento heridas como recuento ovejas. Pongo en los residuos como muerdo las onomatopeyas de Berger King. Esos fetiches, diestras, corolas, calcomanías, Deuteronomio. Esa escasa distancias entre las faldas de las lomas.
Sube el solaz humo por el canto. Hasta arriba su taburete. Desde. Secuestre. Toque los leves vellos del gorjeo.
Me apunto con esta historieta. La vuelvo a contar en otro sitio, fuera de las alegorías que educan o inician. Digo. Las intuiciones. Los rastros de la sangre. Pliegos sobre pliegos. Gaznate florido de motetes.
Me pongo en posición prohibida. Me duermo sobre la almohada de molsa que me han dejado los reyes magos
Mira. Ostento heridas como recuento ovejas. Pongo en los residuos como muerdo las onomatopeyas de Berger King. Esos fetiches, diestras, corolas, calcomanías, Deuteronomio. Esa escasa distancias entre las faldas de las lomas.
Sube el solaz humo por el canto. Hasta arriba su taburete. Desde. Secuestre. Toque los leves vellos del gorjeo.
Me apunto con esta historieta. La vuelvo a contar en otro sitio, fuera de las alegorías que educan o inician. Digo. Las intuiciones. Los rastros de la sangre. Pliegos sobre pliegos. Gaznate florido de motetes.
Me pongo en posición prohibida. Me duermo sobre la almohada de molsa que me han dejado los reyes magos
lunes, 6 de diciembre de 2010
Arbor decora a la fúlgida
6 de diciembre y 2010
Allí, al lado de la fuente, con la curva del marfil, la fúlgida. A su lado, un árbol. También la cadera pulidísima en doblajes de tules y sobrios azules venecianos. El cincel minucioso de sus pliegos. Erizos. La encerada mano, firme, con el hijo encajado, un trofeo, la desnudez de una tibieza sin par.
A sus pies, enredazón los laberintos, sacabuches, vientos, de un ministril que en un banco de roble se da por vencido, la observa. Inmóvil, aunque veloz su diestra se distingue como si tocara el rostro de un hombre invisible o será que en busca de apoyo pareciera sacar un colirio de la lluvia. Parece que va a dar un paso. Y no. El pie ya ha balanceado desde las rodillas hasta el pubis su carga. Allí su peso. A ella id.
En un momento parece, ay Ciorán, una caída en el tiempo el arco de mi orina, los amarillos de este otoño que sujetan este árbol. Es altura o caída vaciarse al lado de tan hermosa criatura.
Allí, al lado de la fuente, con la curva del marfil, la fúlgida. A su lado, un árbol. También la cadera pulidísima en doblajes de tules y sobrios azules venecianos. El cincel minucioso de sus pliegos. Erizos. La encerada mano, firme, con el hijo encajado, un trofeo, la desnudez de una tibieza sin par.
A sus pies, enredazón los laberintos, sacabuches, vientos, de un ministril que en un banco de roble se da por vencido, la observa. Inmóvil, aunque veloz su diestra se distingue como si tocara el rostro de un hombre invisible o será que en busca de apoyo pareciera sacar un colirio de la lluvia. Parece que va a dar un paso. Y no. El pie ya ha balanceado desde las rodillas hasta el pubis su carga. Allí su peso. A ella id.
En un momento parece, ay Ciorán, una caída en el tiempo el arco de mi orina, los amarillos de este otoño que sujetan este árbol. Es altura o caída vaciarse al lado de tan hermosa criatura.
domingo, 5 de diciembre de 2010
Haikus Libres 10
*
En el patio la lluvia
Hace un espejo
En blanco.
*
En el espejo
De la lluvia cae
El cielo.
En el patio la lluvia
Hace un espejo
En blanco.
*
En el espejo
De la lluvia cae
El cielo.
sábado, 4 de diciembre de 2010
Marranas 4
#
Una piedra que diferencia entre el rosicler
Inusitado de los flamencos y una mandarria.
#
La palabra argolla. Se oxida hasta caer.
Aparece una ballena en el expediente de la sierpe.
#
Enchapes y éxtasis fueron las gorgueras fantasiosas
De aquellos pescuezos que mordicaron los sacerdotes.
#
El decúbito para después ser un ocho de mogollas
Fraccionadas en vez de una joven desnuda.
#
En una cajita de narra le puso un nido de zunzún
Dentro de una caja de fósforos de cabezas granas.
#
Noúmeno o fenómeno. Yo me quedo
Con dos huevos fritos los domingos.
#
No fue un beso. Fueron 16 fusas de pases
Naturales que se extraviaron por la luz.
#
Paliaba aquella caspa que en enero se le encajaba
En lo más negro de los sesos, en lo más negro de su hombro.
#
Cuando pienso en Kavafis se me presenta la blancura
Hecha palabra simple en la camisa de un hombre.
#
Frente a la costa desnevaban las olas la caricatura
De cien elefantes luchando por llegar primero.
#
En Éfeso encontré un muro donde un ave dejó su estiércol
Blanco, y contra él, una mujer posaba para una foto.
Una piedra que diferencia entre el rosicler
Inusitado de los flamencos y una mandarria.
#
La palabra argolla. Se oxida hasta caer.
Aparece una ballena en el expediente de la sierpe.
#
Enchapes y éxtasis fueron las gorgueras fantasiosas
De aquellos pescuezos que mordicaron los sacerdotes.
#
El decúbito para después ser un ocho de mogollas
Fraccionadas en vez de una joven desnuda.
#
En una cajita de narra le puso un nido de zunzún
Dentro de una caja de fósforos de cabezas granas.
#
Noúmeno o fenómeno. Yo me quedo
Con dos huevos fritos los domingos.
#
No fue un beso. Fueron 16 fusas de pases
Naturales que se extraviaron por la luz.
#
Paliaba aquella caspa que en enero se le encajaba
En lo más negro de los sesos, en lo más negro de su hombro.
#
Cuando pienso en Kavafis se me presenta la blancura
Hecha palabra simple en la camisa de un hombre.
#
Frente a la costa desnevaban las olas la caricatura
De cien elefantes luchando por llegar primero.
#
En Éfeso encontré un muro donde un ave dejó su estiércol
Blanco, y contra él, una mujer posaba para una foto.
viernes, 3 de diciembre de 2010
Fecal
3 de diciembre y 2010
Diagonal. Un exceso florentino o un reventón indio de luces y máscaras. Una vidriera me trae el olor de los ornamentos de Sajonia. Pajarillos de vidrio, tiesos, colgados. Bolas navideñas desteñidas en los cojonciños de una yunta comiendo forraje. Se me metió por la nariz algo parecido a una estrella, a un hombrecito gordo y argente trepando hacia la cresta. Aquella pirámide verde hasta el techo cobijando asnos, ovejas y una casita donde me quería meter.
He intentado escribir sobre esa casita y nunca ha salido nada. Me molestan los animales, los pastores diminutos y varoniles contrapuestos a un José periférico, inapetente, su mirada por encima del pesebre, y Maria que parece esperar impaciente. Los magos estaban por llegar. Estaban por traernos los juguetes.
No era que José se quería meter en la casa por la vergüenza.
Eso sí, mi padre me aseguró que eso no se debía ni pensar. Piensa en Maria, coño.
Y desde luego, me di cuenta de todo. De lo de El Hijo del Hombre. Aquella reunión nada tenía que ver con aguinaldos y mirra. El balance de la historia estaba en las tripas del niño.
Y se lo dije, aunque luego me costó lo que me costó. Eureka, Eureka. Aquí nadie se salva hasta que cague el niño.
Diagonal. Un exceso florentino o un reventón indio de luces y máscaras. Una vidriera me trae el olor de los ornamentos de Sajonia. Pajarillos de vidrio, tiesos, colgados. Bolas navideñas desteñidas en los cojonciños de una yunta comiendo forraje. Se me metió por la nariz algo parecido a una estrella, a un hombrecito gordo y argente trepando hacia la cresta. Aquella pirámide verde hasta el techo cobijando asnos, ovejas y una casita donde me quería meter.
He intentado escribir sobre esa casita y nunca ha salido nada. Me molestan los animales, los pastores diminutos y varoniles contrapuestos a un José periférico, inapetente, su mirada por encima del pesebre, y Maria que parece esperar impaciente. Los magos estaban por llegar. Estaban por traernos los juguetes.
No era que José se quería meter en la casa por la vergüenza.
Eso sí, mi padre me aseguró que eso no se debía ni pensar. Piensa en Maria, coño.
Y desde luego, me di cuenta de todo. De lo de El Hijo del Hombre. Aquella reunión nada tenía que ver con aguinaldos y mirra. El balance de la historia estaba en las tripas del niño.
Y se lo dije, aunque luego me costó lo que me costó. Eureka, Eureka. Aquí nadie se salva hasta que cague el niño.
jueves, 2 de diciembre de 2010
Un poco más al norte nieva
2 de diciembre y 2010
Bajo la cabeza. Evito el peso helado de la lluvia en la cara. Me llegan las mierderas. Una reunión esta tarde. El proyecto del film. Dinero. Cerveza o vino. Vino. Hace frío. Un pozuelo de chícharos verdes. Humeantes. Si Isabel se viene a mi lado. Ir al tintorero. Hace 5 días que no sale el sol. No encuentro mi bufanda. Cuándo pintaron STOP en el asfalto en medio de esta avenida. Tengo ganas de escuchar a Camarón. La isla a la deriva.
El autobús atraviesa una cortinilla de otra finísima lluvia por los pantanos de Rutherford. He olvidado el ipod y escucho todo vívido y exagerado. Otros autobuses pasan veloces hacia el norte. Rompen el agua.
En el norte hoy nieva. Por la ventanilla, una gorda fumarola emerge entre las nubes y un edificio. Como un fantasma de una novela romántica, el edificio se refleja en las aguas prietas del río Hackensack. Entre dos invisibles chimeneas, se arremolina una humareda que deja entrever, en letras grandes y anaranjadas, un letrero que reza PSE&G.
Una niña, en el asiento frente a mí, tiene el rostro pegado a la ventanilla. Ella ha visto lo mismo. Gira el rostro según pasamos. Ojos enormes. Ha descubierto algo. “Mami, there is smoke behind the bus.” Lo repite 4 veces. La madre guarda silencio. Seguimos hacia el norte.
En mi parada me bajo. Abro el paraguas. Bajo la cabeza. Me veo las botas. De un pequeño salto evito el agua que baja por la canal del andén. Se me aparecen los cuerpos vagos de un grupo de reses pastando, allá lejos, por donde están dos ombúes.
Bajo la cabeza. Evito el peso helado de la lluvia en la cara. Me llegan las mierderas. Una reunión esta tarde. El proyecto del film. Dinero. Cerveza o vino. Vino. Hace frío. Un pozuelo de chícharos verdes. Humeantes. Si Isabel se viene a mi lado. Ir al tintorero. Hace 5 días que no sale el sol. No encuentro mi bufanda. Cuándo pintaron STOP en el asfalto en medio de esta avenida. Tengo ganas de escuchar a Camarón. La isla a la deriva.
El autobús atraviesa una cortinilla de otra finísima lluvia por los pantanos de Rutherford. He olvidado el ipod y escucho todo vívido y exagerado. Otros autobuses pasan veloces hacia el norte. Rompen el agua.
En el norte hoy nieva. Por la ventanilla, una gorda fumarola emerge entre las nubes y un edificio. Como un fantasma de una novela romántica, el edificio se refleja en las aguas prietas del río Hackensack. Entre dos invisibles chimeneas, se arremolina una humareda que deja entrever, en letras grandes y anaranjadas, un letrero que reza PSE&G.
Una niña, en el asiento frente a mí, tiene el rostro pegado a la ventanilla. Ella ha visto lo mismo. Gira el rostro según pasamos. Ojos enormes. Ha descubierto algo. “Mami, there is smoke behind the bus.” Lo repite 4 veces. La madre guarda silencio. Seguimos hacia el norte.
En mi parada me bajo. Abro el paraguas. Bajo la cabeza. Me veo las botas. De un pequeño salto evito el agua que baja por la canal del andén. Se me aparecen los cuerpos vagos de un grupo de reses pastando, allá lejos, por donde están dos ombúes.
miércoles, 1 de diciembre de 2010
Haikus Libres 9
*
Afuera llueve.
Pero los gladiolos del jarrón
No se enterarán.
*
Afuera la lluvia.
Y el grifo del baño
La imita.
Afuera llueve.
Pero los gladiolos del jarrón
No se enterarán.
*
Afuera la lluvia.
Y el grifo del baño
La imita.
Espejismo en la planicie
1 de diciembre y 2010
Llueve con finísima cordura. Tuercas heladas, ruedas de panetelas, dominios verdes y amarillos en un menjunje húmedo abarcan las aceras, los aparejos de los transeúntes y sus paraguas crecientes. Alientos de una antiquísima humedad de las narices van y vienen en los aires tal una sabana poblada de bisontes. Uno puede detenerse en cualquier esquina de estas ciudades, ciudades que se han vuelto una sola mole, un animal ininteligible, y perder por un instante bajo la lluvia, la dirección. Perder el paso hacia el adonde.
Es casi un momento de alegría. Ese instante en que levantas el pie e invade la sorpresa de no saber hacia dónde. Un protomomento. El animal bajo el arranque, sus células que buscan donde estar sin saber dónde ni cómo.
No falta el sobresalto, el error. Se dobla por el herbazal como por el tiempo. En él se pasa de sombra en sombra por los espejos de las lluvias, por el filo de las aguas, por el cuerpo líquido que se remonta dentro de uno. Se salta un charco. Y se cae, se aterriza en esta parada del autobús, en el sólido estar de estas mamposterías y asfaltos con el peso del cuerpo y los semáforos.
Llueve con finísima cordura. Tuercas heladas, ruedas de panetelas, dominios verdes y amarillos en un menjunje húmedo abarcan las aceras, los aparejos de los transeúntes y sus paraguas crecientes. Alientos de una antiquísima humedad de las narices van y vienen en los aires tal una sabana poblada de bisontes. Uno puede detenerse en cualquier esquina de estas ciudades, ciudades que se han vuelto una sola mole, un animal ininteligible, y perder por un instante bajo la lluvia, la dirección. Perder el paso hacia el adonde.
Es casi un momento de alegría. Ese instante en que levantas el pie e invade la sorpresa de no saber hacia dónde. Un protomomento. El animal bajo el arranque, sus células que buscan donde estar sin saber dónde ni cómo.
No falta el sobresalto, el error. Se dobla por el herbazal como por el tiempo. En él se pasa de sombra en sombra por los espejos de las lluvias, por el filo de las aguas, por el cuerpo líquido que se remonta dentro de uno. Se salta un charco. Y se cae, se aterriza en esta parada del autobús, en el sólido estar de estas mamposterías y asfaltos con el peso del cuerpo y los semáforos.
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